La batalla de un veterinario jerezano por llevar de vacaciones a su ‘hija’ congolesa

Luis Flores, que asumió la tutela de una niña en República Democrática del Congo, pelea ahora con la administración para poder viajar con ella a España

El veterinario gaditano Luis Flores hizo las maletas a finales de 2016 para instalarse en un santuario de chimpancés en la República Democrática del Congo. Se fue solo, pero nada más llegar conoció a una niña de cinco años que marcaría su vida para siempre. La pequeña Esther, que pasaba el día sola, descalza y sucia en los alrededores de su casa, comenzó a visitar a Flores con frecuencia. Comía en su salón, descansaba un rato y al anochecer volvía a dormir al suelo de la chabola donde vivía con su madre. Después de casi tres años de visitas continuas, Esther apareció un día llorando. Pidió quedarse a dormir e ir al colegio. Nunca más volvió a salir de la casa de Flores. Hoy, el veterinario, de 50 años, es el tutor legal de la niña, tiene una novia ruandesa, Oda, y un bebé de casi dos años llamado Antonio. Es feliz, pero se siente atrapado en el país. Quiere que su nueva familia conozca a los suyos, pero no puede viajar a España con Esther.

Flores contaba los días para las vacaciones en Jerez de la Frontera, donde se reuniría con sus cinco hermanos y con su padre, que con 89 años estuvo a punto de morir por la covid. Lleva dos años sin viajar a España y su familia no conoce ni a su pareja ni a sus hijos. “Estoy feliz de trabajar aquí y de hacer lo que hago, pero psicológicamente necesito salir, joder. En la región donde vivimos hay conflicto y a las seis de la tarde nos encerramos en casa por seguridad”, cuenta por teléfono. Cuando inició los trámites para obtener el visado de la niña, las autoridades diplomáticas primero le argumentaron que las restricciones sanitarias impedían la entrada de los ciudadanos congoleses, pero el mayor problema es que la tutela de Esther no está reconocida en España. Sin ese trámite ya le han advertido de que le denegarán el visado. Los billetes para el 6 de agosto están comprados, pero si la pequeña no puede viajar, se quedarán todos en tierra. “No pienso dejarla sola aquí, se le caería el mundo encima”, mantiene el veterinario.

Flores consiguió la tutela de Esther en enero de 2020. La República Democrática del Congo no permite las adopciones, pero un juzgado congolés lo reconoció como tutor después de que la madre, que sufre de un problema de salud mental, y un consejo familiar con los tíos, tías y un primo de la niña lo aceptase por unanimidad. La pequeña, según cuenta Flores orgulloso, es ahora la primera de la clase, ha aprendido a hablar francés y empieza a chapurrear inglés y castellano.

En enero de 2021, el veterinario se dirigió a la Embajada en Kinshasa, la capital de la República Democrática del Congo, para saber cómo podría validar esa tutela en España. Según cuenta, nunca obtuvo respuesta y fue solo en junio, en el momento en el que quiso tramitar los documentos para llevar a la niña de vacaciones, cuando supo que sin esa homologación, Esther nunca podría viajar.

El veterinario Luis Flores en el centro de primates donde trabaja en la República Democrática del Congo. /  ITSASO VÉLEZ DEL BURGO
El veterinario Luis Flores en el centro de primates donde trabaja en la República Democrática del Congo. / ITSASO VÉLEZ DEL BURGO

Flores necesita el exequatur, el procedimiento que homologa en España una sentencia extranjera y que reconocería su vínculo con la niña. No es un trámite contemplado específicamente para la aprobación del visado, pero las autoridades españolas entienden que sin él, Esther no tiene derecho a una autorización para viajar como familiar de un ciudadano de la UE.

Fuentes del Ministerio de Exteriores explican que “la legislación española es muy garantista en el caso de menores”. “Se ha procurado apoyar de todas las maneras la solicitud, pero debido a las restricciones de frontera derivadas de la pandemia y al no estar la tutela reconocida en España, no se puede autorizar la entrada”, añaden. En Interior, que conoce el caso a través de la Comisaría General de Extranjería y Fronteras a quien se pidió su parecer, tampoco ven margen de maniobra. “Mientras no tenga el exequatur que reconozca la legalidad de esa tutela no puede entrar en España”, aseguran fuentes del departamento. Esa homologación que necesita Flores puede demorarse al menos un año, según las fuentes consultadas.

El exequatur es un filtro para evitar adopciones fraudulentas o tráfico de niños, pero el veterinario no ve justo que no se tenga en cuenta su situación, desde su vínculo con la niña a su necesidad de salir por unas semanas del lugar donde vive. “Soy un ciudadano español dando protección a una niña en una zona de conflicto y en vez de facilitarme las cosas, las dificultan. Nadie tiene sensibilidad y desconocen la situación del país”, se queja.

Zona de conflicto

Sud Kivu, la región donde se encuentra el Centro de Rehabilitación de Primates de Lwiro, donde el veterinario trabaja, vive una escalada de violencia desde hace años. Un informe reciente de Acnur, la agencia de la ONU para los refugiados, alerta de los conflictos entre grupos armados y el Ejército, así como de las violaciones que perpetran. En los seis primeros meses de este año, según Acnur, tuvieron que desplazarse de esa zona casi 182.000 personas, se registraron 5.000 casos de violencia sexual y los niños seguían siendo explotados y reclutados como soldados. Según la agencia de la ONU, la inseguridad pone en riesgo hasta la asistencia humanitaria.

Flores está frustrado porque asegura que otras parejas extranjeras con tutelas obtenidas incluso en el mismo juzgado han viajado a otros países europeos sin reparos y repite que solo está pidiendo un visado Schengen de corta duración para unas vacaciones de dos meses. “Solo quiero visitar a mi familia, no me quiero quedar en España. Me han llegado a decir que aquí ese documento de tutela podía comprarlo como quisiese. ¿Me están poniendo de traficante de niños o qué?”, se queja.

El veterinario lleva un mes enviando correos electrónicos a la Embajada de Kinshasa, a la de Tanzania y hasta a la Comisaría de Extranjería y Fronteras. La respuesta siempre es no. “Lamento que no pueda llevarse a la menor Esther, como es su deseo, en su próximo viaje”, le han respondido en uno de los mensajes. Él insiste: “Yo sigo la lucha. Aunque me digan mil veces no”.

Fuente: Diario «El País»